Me encontraba yo en ese momento de furia
Como tantos que suelen ocurrir
El sol contra mi cara, la desesperación absoluta
Provocada por la incapacidad del movimiento
Y el calor insoportable que nos ha llevado a esto
Sudores sobre sudores, reblandecidos y bañados
Por las nuevas gotas cristalinas que nos hacen
Sacar el enojo de la imposibilidad de la vida.
Y entonces, pude escuchar la risa de Pato.
Quien miraba con los ojos llenos como de esperanza a la
derecha
-¿De que se ríe?- Le pregunte.
-De los pajaritos; que ya se van a dormir.
Y por primera vez en mi vida, pude notar la gran cantidad
de ellos
Que cada día realizaban el mismo ritual
Donde cada día y cada hora yo había pasado
Sin siquiera notarlo.
Y quede maravillado por la gran cantidad de aves que
eran.
Volaban de copa en copa, ramas arriba, y ramas abajo.
Hacían un ruido casi tan fuerte como el del transito
Todos cantaban, mientras buscaban el sitio correcto
Para poder dormir. Pero nadie las notaba.
Pato me hizo mirar, un momento tan maravilloso
Del cual jamás me había dado cuenta.
Hoy en día no recuerdo en donde se encontraban
Esos árboles, y si aún estén habitados por aquellas aves.
No se si eran aves de paso, o ya eran poblaciones de la capital
Soló recuerdo el momento asombroso del desconecte
En el cual olvide el estrés citadino,
y volví a ser niño mirando unos pájaros,
como lo era mí no abuela Pato.