El viento no tiene
enemigos,
ni siquiera la
montaña, la cual tarde o temprano
Cederá a su
fuerza, y se volverá el polvo
que se arrastrará
hasta mis pies.
No fuertes robles,
ni huraños desiertos.
No las alturas, ni
las bajezas.
Hoy el céfiro es frío,
pero no solloza.
Todo cae al
viento, así la suave hoja,
Así tú fuerte
orgullo.
Todo me lo llevo,
entre las manos,
o entre tú perdida
de mis letras.
Las cuales jamás
Volverán a soplar
en tú sitio
Ni hacia tú misma
dirección.
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