¿Alguna vez
has pensado que siempre relacionamos a las personas con ciertas cosas?
Me parece
bastante curioso y absurdo, como es que yo llegue a relacionarte con un gato.
No fue por tus
ojos grandes, o su gran agilidad, tampoco por el misterio de tú oscuridad.
A veces llegue
a pensar que pudo ser lo suave de su pelaje, y lo limpio que lo mantienen.
Tal vez las
lamidas.
Pero eso solo
fue a veces, no siempre, no casi nunca, sólo nueve vidas.
Dicen que la
curiosidad mato al gato, y no puede haber un buen poema sin mencionar la frase.
Y dicen que no
puede haber papilas gustativas de la lengua que no formen saburra de un día
para otro cuando lamen, o se lavan.
Pero a ti, ya
hace mucho se te murió la curiosidad, por lo menos la curiosidad de mis poemas,
y la curiosidad de mis labios. Se te han apagado los besos. Ahora das otro tipo
de besos, o lengüetazos.
No tienes
orejas puntiagudas, ni garras finas. Tienes nariz de bolita, pero no siempre estaba
húmeda. Excepto cuando llorabas, como los gatos, como ellos lloran.
Siempre pude
encontrar una trágica relación de estremecimiento con tú vida y con los gatos.
Los gatos son
seres nocturnos, que siempre saben regresar a casa. Pero tú, tú no querías
volver a casa. Muchos gatos sufren por no poder hablar a sus amos, porque dicen
que, si se atreven a mencionar una palabra, eso significaría su muerte.
Una vez escuche
hablar a un gato, y ese gato decía mi nombre. Lo escuche debajo del auto, o en
la esquina del patio. Ese gato vivió conmigo muchos años.
Nosotros
nombramos igual a los gatos, pero en macho y hembra.
Cof cof: La onomatopeya
más fácil de saber si fumas, o tienes pelos en la garganta.
Tú, siempre caíste
de pie, y yo, me he caído “sentao”