sábado, 14 de marzo de 2009

Dicen que uno no puede elegir su destino

Dicen que uno no puede elegir su destino, también dicen que cada quien lo forma en cada acción que toma. Yo por el momento me siento confundido. Según fui enseñado todos somos una obra de Dios, el cual nos va llevando por el mejor camino para encontrar la plenitud y alcanzar la felicidad. ¿Y el sufrimiento? Entonces me dicen que no debo de cuestionar la grandeza de Dios, y que solo debo aceptarla. Me debo de conformar con el camino que me ha tocado. Hay que dejar todo en sus manos y las cosas resultaran bien. Yo decidí pestañear en este momento, o decidí detenerme un segundo mientras iba caminando. Cada acción que yo tome tendrá consecuencias, las cuales no siempre serán buenas. Pestañee y me salve de una basura que casi entra en mi ojo. Me detuve y al volver a recobrar el paso tropecé. Simples leyes de física pense. El que nace para peón ¿se debe quedar siempre como peón? Mas todos saben que si sobrevive, llegara al otro lado del tablero, y podrá ser lo que desee; torre, alfil, caballo, reina. Si, hasta ser reina, pero difícilmente creo que quiera volverse otro peón, o quedarse como peón que ya es.
¿Que pasa en esos casos en los que no se puede evitar el destino? Como ese caso de Felipillo, que no pudo evitarse encontrarse con el suyo. Siempre con esa actitud retadora y carácter fuerte. Tan pequeño pero tan valiente y extrovertido. No puedo olvidar aquella mañana en que lo conocí. Me miro de lejos y se acerco poco a poco a mi, luego cuando estaba a una distancia prudente se dispuso a ladrar. Perro loco pense, ni le he dado motivos, y se atreve a venirme a molestar a mi propia casa. Con el tiempo el y yo nos volvimos buenos amigos, a veces pasaba para que yo le diera algunas caricias o algo de comer, se quedaba un rato y cuando hacia mas calor se iba sin despedirse.
Luego un día cuentan que sufrió un accidente, dicen que estaba tirado a media calle patas arriba a la mitad del día con el sol en su momento mas abrumador. Nadie vio lo que le paso, todos pensaron que había sido atropellado. Cuentan que unos minutos después simplemente se levanto ante la impresión de toda la gente, y sin tomar importancia del asunto siguió su marcha habitual y desapareció en la primera esquina. Ese día parecía estar asustando, tal vez fue por que la vio mas cerca que nadie, o simplemente se quedo dormido en una posición poco común pareciendo querer llamar la atención de ese modo. No era hambre tampoco era sueño, el conocía muy bien sobre la vida callejera, de donde conseguir algo que comer y beber, y como resguardarse de la lluvia.
Pero el no era así, no era su personalidad hacer cosas de ese tipo. El siempre buscaba mas, buscaba algo mejor tal vez tampoco aceptaba su destino. Al poco tiempo se lo llevo la perrera y como todos sabemos que suele suceder aquí, a todos los perros que no son reclamados en un tiempo máximo a dos de días, son sacrificados. La suerte de Felipillo fue muy grande, ya que fue rescatado apenas en el tiempo limite para salvar su vida. Una vez mas la tuvo cerca, pero en esta ocasión ya estaba mas que sentenciado, ya que cuando regreso a casa había vuelto contagiado con moquillo. Estaba enfermo y se veía decaído, después de haber recorrido tantas calles en sus aventuras, de haber logrado escapar de una familia que casi había logrado adoptarlo, después de haber alcanzado posiblemente su mas grande felicidad en la vida. Ahora se veía triste y solitario, ya no brincaba como antes, ni corría tras cada objeto en movimiento que se atravesara en su camino. Dos días después sus dueños originales lo sacrificaron, dijeron que ya estaba sufriendo mucho, y que tenia convulsiones. A mi me avisaron de esto varios días después. Finalmente lo alcanzo la mano de su propio destino.
Cabe mencionar que no paso lo mismo con su hermano Peluchin, el cual vivió una vida muy tranquila, el era el perro bonito, el que no se metía en problemas y era libre de ser acariciado por todos, siempre estaba limpio y no ladraba mucho. Siempre jugando junto a Felipillo ambos corriendo y mordiéndose la mayor parte del tiempo. Un buen día Peluchin se encontró con quien lo volviera a adoptar y se lo llevaron a un nuevo hogar. Poco tiempo después lo vi asomado por la ventana, me miraba como triste y queriendo salir, extrañaba las calles y a Felipillo, pero el había aceptado una nueva vida, y ahora tenia que vivir finamente en su casa. Días después me lo volví a encontrar en la calle, esta vez iba vestido con ropas mas finas (suéter para perro). Apenas y pude reconocerlo, su aspecto había cambiado totalmente, ahora era fino. Su cabello era mas esponjado que antes, y su color blanco parecía brillar, era como si lo peinaran todos los días, había perdido la poca grasa y el polvo de sus antiguos juegos. Lo llame por su nombre pero no me contesto, solamente mi miro un poco y se alejo de mi. Peluchin cambio bastante, comenzó con su forma de ser, su personalidad y su temple. Luego hasta dejo de ser amigo de Felipillo y se olvido de sus aventuras. Se dedico a la vida fácil y cómoda, a la comida saludable, a vestir elegantemente y caminar con mas clase. Luego ya no salía, y en las ocasiones en las que yo lo podía topar ya ni siquiera me miraba, parecía que siempre llevaba el mentón en alto demostrando con orgullo la nueva clase a la que pertenecía. El día que fue sepultado Felipillo Popi Primero, Peluchin no se presento al sepelio. Es como si no se hubiera enterado siquiera. Pero se muy bien que le lloro bastante, ¿quien no le lloraría a su mismo hermano? Nadie puede tener el corazón tan frío. Yo mismo he visto a Peluchin paseándose por la tumba de Felipillo, lo he visto quedarse mirando fijamente a ese lugar donde yacen los restos de su compañero mas grande de su perruna vida. Lo mira mientras pasa caminando por la acera. Peluchin a pesar de haber decidido ser tranquilo, siempre quiso, mas nunca pudo ser como Felipillo, muy dentro añoraba mas que nada poder ser como el. Ser el valiente y libre que se podía marchar varios días de casa sin preocupación alguna. Ese que se iba a pelear con cualquiera mas grande que se le pusiera en el camino. Esa fuerza y libertad era lo que añoraba Peluchin.
Fue entonces que Felipillo desde el cielo de los perritos, al ver la soledad de Peluchin, y al darse cuenta de la importancia que el ejemplo de su vida había dejado, agradeció el destino que le toco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que cada quien decide su propio destino, todos tenemos la posibilidad de hacer lo que queremos y de tomar el camino que nos lleve a ello, en la vida aprendemos de todo y de todos, tomamos actitudes de ciertas personas pero somos listos para decidir no ser una copia de nadie.

La gente cambia, tomamos caminos por diferentes sendas pero no por ello significa que dejamos de querer a los amigos, estamos con ellos siempre


see u Verito

lunatika dijo...

Nada nace fruto de la casualidad y la coincidencia, no hay ninguno lazo que pueda crear la ciencia, el destino es matemático, milimetrado y bien encajado… cada paso que damos, ya estaba planteado, juguetes del destino que nos arremete….